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  • Foto del escritorgraciarjona

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Ayer fue un día bisagra, de esos que unen dos realidades:

Una frase dicha en cualquier momento y en cualquier situación que te hace click en la cabeza: " es genial ser vieja... tienes tantas cosas claras". Y comprendes que eres esa clase de persona mayor, la que sabe lo que quiere o casi mejor, lo que no quiere. Una persona cansada de "tontás" con ilusión por ser mejor cada día, dando lo mejor porque nunca sabes cuando vas a necesitar pedir ayuda esperando que el karma no te olvide. Luego otro hecho aislado te tira de bruces con la realidad, hay personas que fingen, hay personas a las que no les importas un pimiento, pero tu ahí dale que te dale queriendo estar para quien le sobras. Momento de reconocer la realidad y no regalar a quien no quiere recibir lo tuyo. Tener claro que no eres una croqueta y que no puedes gustar a todo el mundo y como croqueta rodar por encima de esos pensamientos. Qué difícil es aprender a no dar cuando consideras que dar es lo mejor de la vida. Aprender a hacer borrón y cuenta nueva.

Luego te reconocen una valentía que si bien está dentro de ti y es bonito que te la recuerden hay que poner en su justo valor y explicar que si fui valiente es porque estaban ellos junto a mí, ayudándome y sujetándome: mi familia en aquellos momentos, los que hoy gracias a Dios aún están conmigo y los otros que ya no están pero que dejaron raíces por las que crecer. A ellos que no me permitieron que la vida se me atorase a los 25 haciendo que hoy cuando ya han pasado otros 25 más tenga tanto por lo que ser feliz y tanto que agradecer. Que el ser valiente cuando no existe otra opción no es lo mismo que tirarse a la piscina con flotador. No soy yo sin ellos, cada uno lleva un lazo, uno de cada color como los chakras atándome firmemente.

Y de pronto con una canción vuelvo a tener 17 años y ya no tengo la piel reseca y con arrugas, no tengo piel, con esos pocos años solo se tiene corazón. Y hay que decidir entre ser una piel gastada y sabia o un corazón flexible e inocente.

Por eso el espejo es esa puerta cerrada, estás a este lado pero la de enfrente tampoco eres tú. Si pudieras traspasarla sin herirte ¿quién es la que estaría al otro lado? El pelo largo y oscuro, los ojos vivos, la de dentro; la de aquí el pelo gris y los ojos profundos. Una misma moneda, dos reflejos distintos. Mil imágenes superpuestas para los que observáis el espejo. Hoy, cuando miro los niños que están creciendo a mi alrededor intento imaginar sus reflejos del mañana, estarán muy pronto viéndose desdoblados, en un caleidoscopio de colores.

Un ayer y un hoy unidos en mi mente creando la "nueva realidad", el confinamiento está poniendo en cuarentena a la niña de largo pelo castaño que quería ser escritora para que cuando salga sea esa mujer valiente de pelo gris a la que no le importe pasear frente a las olas del acantilado porque sabrá nadar y salir a flote.






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